2001 Una mamada en el espacio


Vuelvo a casa con nocturnidad y sin alevosía. No hay nada peor que el aburrimiento. Para compensar una cita de lo más anodina, me pongo Love de Gaspar Noé.
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Os juro que he visto amebas más interesantes que el ungüento de persona con el que yo he cenado esta noche. Me pregunto si yo al menos soy barro. Cada suspiro de Murphy me recuerda que aún estoy viva. Me distraigo un segundo pensando en cualquier cosa. Cualquier cosa. Todos los pensamientos obsesivos responden exactamente al mismo patrón. Joderte la vida antes de que lo hagan otros. Dispersión. Es lo que tiene utilizar siempre la primero persona. Yo también tengo un ego enorme, ¿saben? Sino no estaría aquí escribiéndole a un plural desconocido. Hola plural. Te quiero. Cuando vuelvo la mirada, en el minuto 94 de Love, Elektra está haciéndole una mamada a Murphy. No están haciendo el amor. Le está chupando la polla. A él no se le ve la cara en ningún momento de toda esta escena. La imagen es negra y naranja atardecer en París. Una vez intenté pintar una casa de este color. No lo hagan, el color rosa prostíbulo en Bangkok que conseguí, atormentó mis noches durante un invierno que nunca se ha terminado. Murphy se empalma pero sabemos que el placer de ambos está mermado. Se da la vuelta. Follan por detrás. Suena Murderers de John Frusciante, de su disco Only water for 10 days. El riff funciona como un buen lubricante. Enciendan los bafles, escuchen pulsando aquí, recuéstense y sigan leyendo. 
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La canción no es aleatoria y el año de su nacimiento tampoco. 2001. Génova, contra cumbre del G8. Muere Carlo Giuliani a manos de la policía. Sólo nos queda agua para 10 días. Veinte litros para comenzar los 2000 y todo indica que vamos a deshidratarnos. El Grunge agoniza, los pantalones reducen su cintura y el magma de la globalización extiende sus tentáculos por el doquier de nuestras conciencias. La película es del 2015, no nos confundamos. Pero la canción no ha cambiado. El riff triste y enérgico de Frusciante es un grito que no se apaga por mucho que los bomberos de la moral intenten sofocarlo. Los Red Hot Chili Peppers llenaban estadios y yo, adolescente de mí, viajaba a verlos Madrid con mi amiga Isabel. Cogimos el autobús. En otro autobús despedí a Isabel unos años más tarde. Tomaba demasiada cocaína. Le daban ataques violentos y yo sólo tolero la violencia estipulada ante notario. El amor en Love se desvanece. Elektra y Murphy caen en un bucle conocido por todos los que sentimos predilección por enamorarnos mil veces. De la fascinación a la agonía. El estado del bienestar está embalado con cartones en el garaje. No nos pueden quitar la rabia. Barcelona ya se ha vendido a las olimpiadas y el Medio Oriente hace tiempo que dejó de ser el lugar de los cuentos infantiles. Aladino vuela en una alfombra manchada con sangre. Drogas y depresión. El precio de la creación. De poco sirve la cordura. Frusciante con muy pocos acordes quemó nuestro conformismo, y casi se quema a sí mismo. Perdió toda esperanza, los dientes y el 80% de la sangre de su cuerpo mientras tocaba maravillas en los 90. Pero se recuperó.
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Sólo Francia podría escenificar el sexo como en esta película. Con significado. Es sexo joder. No es el videoclip pop con el que Michael Winterbottom pretendía engatusarnos en Nine Songs. Tampoco es la artificiosidad aséptica del porno. De qué sirve una orgía si aquello parece una coreografía de acróbatas sobreactuados. ¿Quién quiere follar así? Sexo de hospital. Sexo para almas muertas. Acabo de encontrarme una tirita pegada en la planta del pie y me he vuelto a distraer. ¿Cómo ha llegado esa tirita a mi habitación? Ayer encontré un pedazo del envoltorio de un condón en mi almohada. ¿Os habéis fijado en lo difícil que es deshacerse de ellos? Se quedan pegados en el lugar más insospechado y aparecen siempre en el momento inoportuno, cuando estás enseñando tu habitación a un familiar o cuando viene el casero a cobrar el alquiler. Gaspar Noé nació en Argentina, pero todo su cine lo ha hecho en Francia. Y es normal. Si lo hubiera hecho en Argentina o en España, todas las escenas sexuales de Love se verían relegadas a un mero baile de cuerpos desmembrados. Recrear el sexo sin mostrar el cuerpo es como grabar a alguien cocinando y no enseñar la comida. Un asco. Las tapas y el sol están bien, pero la moral cristiana nos dejó sin mantequilla. El último tango en Madrid con aceite de girasol, imagínense qué obsceno. Vive la France. Qué frusciante…
Epílogo: En realidad sólo quería usar ese pequeño juego de palabras. Qué quieren. Una aún tiene corazoncito.





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